miércoles, 28 de julio de 2010

les yeux bleus, cheveux noirs

Ella dormiría, dice el actor. Parecería hacerlo, dormir. Está en el centro de la habitación vacía, sobre sábanas blancas extendidas en el mismo suelo.
Él está sentado junto a ella. La mira intermitentemente.
Tampoco hay sillas en esta habitación. Sin duda él ha traído las sábanas y luego, acto seguido, una a una, puerta tras puerta, ha cerrado las demás habitaciones de la casa. Esta habitación da al mar y a la playa. No hay jardín.
Ha dejado ahí la araña de luz amarilla.
Sin duda no sabe exactamente el porqué de lo que ha hecho con las sábanas, las puertas, la luz.
Ella duerme.
Él no la conoce. Mira el sueño, las manos abiertas, el rostro todavía extraño. Los senos, la belleza, los ojos cerrados.Si hubiera dejado abiertas las puertas de las demás habitaciones, ella habría, sin duda, ido a ver. Es lo que él ha debido de pensar.
Él mira las piernas que descansan, lisas como los brazos, los senos. La respiración es igualmente clara, prolongada. Y bajo la piel de sus sienes, sosegadamente, el flujo de la sangre que late, aminorado por el sueño.
Exceptuada esta luz central de color amarillo que cae de la araña, la estancia está oscura, es redonda, se dirigía, cerrada, sin fisura alguna entorno al cuerpo.

domingo, 11 de julio de 2010

El mal de Montano

Hace tiempo que no escribía nada, pero quería dejar varios apuntes sobre algunos libros que he ido leyendo.


El mal de Montano, de Enrique Vila-Matas
Al principio me causó la misma sensación que lo primero que leí de Vila-Matas (París no se acaba nunca): me gustaba, tenía partes que me parecían enormes y estupendas, pero sin embargo creo que no llegaba a motivarme al 100%, no conseguía disfrutarlo como pensaba que debería.
Tal vez es que la estructura del libro era extraña; lo que parecía ser una cosa al principio, terminaba siendo otra parecida pero muy distinta.

Destaco la segunda parte ("Diccionario del tímido amor a la vida") porque en ella Vila-Matas -como siempre- nombra una gran cantidad de autores, es muy curioso este capítulo. Me hizo anotar algunos nombres que no conocía y que me dieran muchas ganas de volver a leer otros que sí.

Anoté unos párrafos -algo polémicos, ¿no?- porque me hicieron pensar que gran parte de la idea principal del libro estaba reflejada en estos:
Cené con los cretinos, escritores funcionarios de mierda, muertos. Esa raza de escritores, imitadores de lo ya hecho y gente absolutamente falta de ambición literaria, aunque no de ambición económica, son una plaga más perniciosa incluso que la plaga de los directores editoriales que trabajan con entusiasmo contra lo literario.
(...)
Aquella reunión no tenía nada de simpática ni de exótica ni de original. Era en realidad un congreso literario más de los muchos que hay esparcidos por el mundo de la corrupción.

Otros que destaco son El extranjero, de Albert Camus y Morfina, de Mijail Bulgákov. Especialmente este último me resultó muy humano y entrañable.