sábado, 20 de febrero de 2010

Recuento 2010

Enero
01. Darkly dreaming Dexter, de Jeff Lindsay
02. El extranjero, de Albert Camus
03. La larga marcha, de Stephen King
04. La bestia del corazón, de Herta Müller

Febrero
05. Lord of the flies, de William Golding
06. El mal de Montano, de Enrique Vila-Matas
07. Una historia: dos relatos, de Imre Kertész y Péter Esterházy
08. Pequeños cuentos misóginos, de Patricia Highsmith

Marzo
09. Morfina, de Mijail Bulgákov
10. Soy leyenda, de Richard Matheson
11. Libros de sangre I, de Clive Barker
12. Cartero, de Charles Bukowski
13. Kitchen, de Banana Yoshimoto

Abril
14. A sangre fría, de Truman Capote
15. Tokio blues, de Haruki Murakami
16. Ruido de fondo, de Don DeLillo
17. Lazarillo Z: Matar zombis nunca fue pan comido

Mayo
18. Los ojos azules pelo negro, de Marguerite Duras

Julio
19. Tell-All, de Chuck Palahniuk
20. En tierras bajas, de Herta Müller
21. Libros de sangre II, de Clive Barker

Agosto
22. Libros de sangre III, de Clive Barker
23. N.P., de Banana Yoshimoto
24. El tercer hombre, de Graham Greene
25. El cartero del rey, de Rabindranath Tagore

Septiembre
26. El arrancacorazones, de Boris Vian
27. Zonas húmedas, de Charlotte Roche
28. Azul casi transparente, de Ryu Murakami
29. El cuchillo, de Patricia Highsmith
30. Tres rosas amarillas, de Raymond Carver
31. El dolor, de Marguerite Duras

Octubre
32. Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello

EL SIMPLE ARTE DE ESCRIBIR

Carta a James Sandoe, 14 de octubre de 1949.

Ahora estoy leyendo “So little time”, de Marquand. Recuerdo, o creo recordar, que fue bastante maltratada cuando apareció, pero a mí me parece llena de ingenio agudo y vivacidad, y en general mucho más satisfactoria que “Point of no return”, que me resultó aburrida en su impacto total, aunque no aburrida mientras se la lee. También empecé “A sea change”, de Nigel Demis, que parece bien. Pero siempre me gustan los libros equivocados. Y las películas equivocadas. Y la gente equivocada. Y tengo la mala costumbre de empezar un libro y leer sólo lo necesario para asegurarme de que quiero leerlo, y ponerlo a un lado mientras rompo el hielo con otros dos. De ese modo, cuando me siento aburrido y deprimido, cosa que pasa con demasiada frecuencia, sé que tengo algo para leer tarde en la noche, que es cuando más leo, y no ese horrendo sentimiento desolador de no tener a nadie con quien hablar o a quien escuchar.
¿Por qué diablos esos idiotas de editores no dejan de poner fotos de escritores en sus sobrecubiertas? Compré un libro perfectamente bueno... estaba dispuesto a que me gustara, había leído sobre él, y entonces le echo una mirada a la foto del tipo y es obviamente un completo imbécil, una basura realmente abrumadora (fotogénicamente hablando) y no puedo leer el maldito libro. El hombre probablemente no tiene nada malo, pero para mí esa foto, esa tan espontánea foto con la corbata chillona desajustada, el tipo sentado en el borde de su escritorio con los pies en la silla (siempre se sienta así, piensa mejor). He pasado por esta comedia de la foto, sé lo que hace con uno.

Raymond Chandler, EL SIMPLE ARTE DE ESCRIBIR